Carta a la suerte:

Queridísima Señorita Suerte:
Le escribo porque he estado esperándola desde hace más de cinco años, me preocupa que no llegue, busco huellas de su estadía, pero lo único que encuentro son pequeños trozos de otras cartas escritas para usted.
¿Dónde está? Muchos ven su sombra caminando en la plaza, saltando sobre los charcos incluso, pero después se dan cuenta que ella se le había escapado para dar un paseo y que usted estaba muy lejos.
¿Es que está enferma? ¿Tiene algún problema? Sabe que estoy a su disposición, solo quiero verla y pedirle ayuda a usted, tan gentil y acudida persona.

Su aroma ya se perdió por estos lugares, sus pasos ya no se escuchan, sus alas ya no nos cubren ni sus dedos nos acarician. ¿Está perdida? No se preocupe ni se distraiga, ya encontrará el camino. Sus llaves siguen tintineando por aquí, pero no sabemos a qué cerradura pertenecen.
Se me olvidaba contarle, por aquí en el palacio todos extrañamos sus risas débiles y contagiosas, y aquel buen muchacho que conoció la otra vez reclama su ayuda, pero ya no sabemos como decirle que usted se ha marchado y pensamos que nunca volverá. No se imagina como él llora, lo consolamos, pero, señorita suerte, sólo usted tiene el don de florecer sonrisas en rostros deprimidos.
También la visitan, amigos, familia, forasteros de tierras muy lejanas que han escuchado de usted y quieren conversar un rato. No sabe lo mal que lo estamos pasando, necesitamos ver su rostro, ese toque mágico que nos da tanta ventura.

Lastimosamente no tengo más tiempo para escribirle cada detalle de nuestras vidas, me solicitan por alguna cosa importante en la ciudad.
Esperamos encontrarla de nuevo en nuestras vidas.

Suerte…
Att: Infortunio